jueves, 23 de octubre de 2008

Pizarrón, escobazo, mística y la fe alta como un rascacielos

Los hinchas averiguan precios para ir a Río, eso da la pauta de la confianza desbordante.

Miércoles 5 de noviembre, para esa altura del penúltimo escalón de 2008, muchos esperan tener el sueldo depositado en el cajero automático y hasta han planificado un sigiloso vaciamiento, indispensable para aterrizar en las veredas negras y blancas de Copacabana con reservas atinadas al tradicional menú de las delicias burguesas.

Estadio Olímpico Joao Havelange; ellos, los del Botafogo, lo llaman "Engenhao". La capacidad habilitada es de 45.000 espectadores, aunque los que lleguen con la roja y blanca puesta saben que cuanto más amuchados estén, hombro con hombro, infinitamente mejor será para no dejar resquicio por donde pueda escaparse esa mezcla de sueño y terrenal ambición de meterse entre los cuatro mejores equipos de la Copa Sudamericana.

Todo el mundo sabe que antes de ese hermoso viaje, Estudiantes tiene que afrontar un trébol por demás exigente (en Rosario con Newell's, en su blindado recinto de la avenida 32 ante Lanús y en Liniers frente a Huracán), pero los incondicionales de siempre están montados sobre una ilusión realmente vigorosa.

Es natural que eso ocurra; las dudas y los temores que se contagiaban de boca en boca durante el entretiempo del último martes, se hicieron humo cuando el imprevisible (está muy lejos de ser un elogio) paraguayo Amarilla pitó el inicio de un capítulo netamente favorable para los de Astrada.

0,64 DE PROMEDIO...

...de gol por partido ostenta ese hombre serio, aplicado y tremendamente eficaz que llegó de Boca con un apetito pocas veces visto. Por algo, la gente ya lo tiene entre sus favoritos. Mauro Boselli, sin la altura de Palermo ni la polenta intimidatoria del "Tanque" Pavone, es sencillamente letal.

Nueve gritos en catorce presentaciones con la pilcha del "León" provocan alabanzas de propios y extraños. Es un auténtico especialista en terminar jugadas. El toque final, lo da Boselli. En su última facturación, la experiencia y viveza de Calderón lo ayudaron poniendo tensos al arquero Castillo y a un defensor que lo echó a empujones del área chica. Tanta preocupación por "Caldera" en el primer palo, facilitó la aparición silenciosa del hombre que no suele perdonar.

El uno a cero hubiera estado bien, aunque no se puede discutir que el escobazo de postre otorgó un redondeo cercano a la perfección. Tamaño zapatazo encontró en el festejo de la multitud miles de adjetivos y un par de frases que lo definen en los términos más apropiados del diccionario tribunero: "¡Qué bestialidad!, ¿cómo hace para pegarle así?"

PROMESA SEDUCTORA

Final con tramos de toqueteo admirable. Banderas que se agitan a puro orgullo. Es tarde y nadie tiene sueño. Ovación grupal y mimos personalizados para los que se quedan explicando ante los micrófonos inquisidores la fórmula de esta seguidilla impactante.

Ya en vestuarios, el "Jefe", sin levantar jamás su melancólico tono de voz, soltó una intención que los hinchas supieron valorar: "Sería un error si mandara a meternos atrás en Brasil. No lo haremos y tendremos nuestras oportunidades de hacerles daño".

Después de semejante augurio, la gente no ve la hora de que empiece la revancha en territorio carioca. Con Verón brillando y castigando redes, con Angeleri reclamando al menos una oportunidad en el equipo nacional, Boselli siempre listo para liquidar, Cellay cada vez más firme, Andújar sobrio y seguro, Galván en franca mejoría y Benítez como segundo intérprete creativo, hay motivos valederos para creer que se puede gestar otra gran alegría.

Nada más por ahora, Brasil lo espera para testear hasta dónde protege su fútbol esa coraza invisible llamada mística.

Por MARTÍN MENDINUETA
Fuente Diario El Dia

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