lunes, 6 de octubre de 2008

Lo embrujó

La escoba de Verón barrió mejor que las fantasías iniciales de Riquelme. Estudiantes se encontró con el empate y ganó el partido que Boca no supo ganar.

No le ganó el duelo. Verón le ganó a Riquelme el partido.

La imagen se repitió varias veces cuando se interrumpía el juego: Román y la Bruja empezaban la ronda de indicaciones. Con la Bombonera como consultorio, pasaban alternativamente Dátolo, Salgueiro, Vargas, Galván, Viatri, Sánchez para escuchar las voces de dos capitanes cuya influencia es determinante. Pero la simetría se daba pelota afuera. Porque en juego, Riquelme jugó bien cuando Verón pecaba de intrascendente y la Bruja la descosió cuando Román penaba en el final.

Los cambios de nombre y de planteos no fortalecieron a Boca. Tampoco fueron la causa de sus debilidades. Riquelme arrancó como esos partidos homenajes que nadie va a quitarle la pelota al agasajado. Los tres del fondo no necesitaban aceitar nada porque Estudiantes no pasaba la mitad y esta prolija versión de Vargas le limpiaba el inicio de la jugada a Román. Activos por los costados Dátolo y Chávez, fino Viatri, despertaban ilusiones. Riquelme conectó con Palacio, Riquelme conectó con Dátolo, Riquelme conectó con el Pochi. El gol, cabezazo made in optimista de Viatri, se percibía. Una en el travesaño, desborde por las dos puntas, seguridad en la última línea y Verón perdido en sus propias indicaciones.

Pero Riquelme, dígase Boca, no supieron ganarlo. O lo que es peor, se lo dejaron ganar. Estudiantes no venía de descansar en un spa y las piernas sentían también los cansancios de la seguidilla de partidos. Astrada demoraba el cambio cantado de un Galván al tono general: mediocre. Pero ese zapatazo para el empate fue uno de esos golpes que este Boca no sabe asimilar. Y está claro que no se limita a un tema físico. Como ese inexplicable efecto dominó bursátil, bajaron las acciones abruptamente: Vargas regresó a sus errores infantiles como el foul que terminó en el tiro libre del 2-1, el arquero ya no fue mejor que Caranta, la defensa no achicó, Chávez no pesó y Román duplicaba las indicaciones. Era el tiempo para que Verón jugara.

La Bruja no lo empató. La Bruja supo jugar ganando. Aunque muchos crean que es más fácil, Verón sacó su plan de salvataje y se llama: concepto de juego. Acostumbrados a verlo enamorar con sus pelotazos largos (y precisos), optó por buscar pequeñas sociedades para jugar a dos toques. Transformó la tentación del "me retraso y espero la contra" a "cuido el triunfo teniendo la pelota".

A Román le sobra talento para darle brillo a cualquier equipo, pero le duele hasta el alma cuando la reacción de Boca depende tanto de él. Su único síntoma de reacción fue cuando no le dieron un ley de ventaja... Alguna corrida de Noir, una aparición de Gaitán, una corajeada de Viatri... Tres pibes a cargo de un historia con el final escrito en el gol de Galván. A Verón le alcanzó con su rapidez para leer el juego durante el partido independientemente de planteos previos. Salgueiro y Carrasco corrieron a todos, Benítez aportó precisión y Estudiantes se fue con la victoria que solamente pudo soñar cuando Verón le empezó a ganar el partido a Riquelme. Mucho más que un duelo.

"Si pateaba yo, no llegaba ni al arco"
Caudillo y figura, la Brujita Verón dejó tanto en la cancha que hasta se quedó sin fuerzas para el tiro libre que metió Benítez. "Jugamos con el corazón", aseguró.

Leo Astrada se quedó en el banco. Hernán Díaz, el eléctrico ayudante de campo, el otro Gallina de alma, salió disparado para el centro de la cancha. Vestido con la ropa roja de Estudiantes, era imposible que la Hormiga pasara inadvertido. Era un faro que encandilaba. ¿Su intención era sumarse al festejo grupal de los jugadores? ¿Quería minutos de gloria mediática? No, para nada. Abrazó a Juan Sebastián Verón y, emocionado, le habló al oído. No fue casual ese encuentro: porque, sin dudas, la Brujita fue el gran artífice de una batalla histórica. Y esa alegría del cuerpo técnico también apareció en cada gesto del volante: "¡Y sí, estoy feliz! Porque a nosotros se nos hace difícil ganar en esta cancha y, entonces, creo que a esta victoria hay que darle la dimensión que se merece", aseguró el capitán.

Estudiantes jugó al ritmo de Verón: pobre primer tiempo, de alto nivel en el complemento. Manos de acá para allá para ordenar al equipo, rotación y, sobre todo, destino efectivo para el balón. Por eso sorprendió que no haya ejecutado el tiro libre que finalmente convirtió Benítez. El Chino no se lo robó. "No, yo no podía patear porque estaba cansado: si pateaba yo, no llegaba ni al arco, je", se sinceró el caudillo pincha. Hombre de palabra fuerte y contenido picante, hace tiempo que la Brujita apuesta por una verba pulcra, casi bíblica, paz y amor, análisis de juego y nada de referirse a los demás. Apenas pisó la cancha, la hinchada de Boca explotó en silbidos e insultos para este jugador que alguna vez se puso la Azul y Oro. Ese recibimiento bien podría haber sido un tobogán anímico para cualquier futbolista, pero "ganarle no me generó nada especial. Sí porque hacía muchos años que no lo hacíamos en la Bombonera (desde el Clausura 96, 2-1), pero nada más".

La brevedad para hablar del rival se hizo de goma chicle cuando pasó a Estudiantes. Tenía cosas para decir. Como el efecto que tuvo la llegada de Astrada. "Todo cambio trae un aire nuevo, la gente que no juega se pone en condiciones para que el técnico lo tenga en cuenta, hoy (por ayer) apareció Bogado, Salgueiro, Cellay... entonces, los que buscan una chance se muestran y eso hace que la competencia interna sea la base de todo", aseguró.

-¿Por qué ganaron?

-Porque le pusimos mucho corazón, pero además mucha cabeza para jugar. Necesitábamos un partido así, en el segundo tiempo jugamos un gran partido. Este funcionamiento es parecido a lo que queremos encontrar, cada equipo tiene su impronta, su marca, no nos vamos a parecer nunca a lo que fuimos, sino que ahora hay que tratar de encontrar una identidad de lo que tenemos, con el cuerpo técnico que tenemos.


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