La del botín de Boselli, para que el Pincha gane un partido muy cerrado y pueda alargar dos rachas: la de Astrada y la de local en el Unico. El Grana, muy poco.
Como si fueran esos clásicos cerradísimos de otras épocas. Dos equipos que venían entonados, con buen fútbol y aceptables actuaciones, con poder de fuego, con ambición. Pero que se conocen tanto que terminan por anularse... Así, el Pincha y el Grana aburrieron de lo lindo durante más de 50 minutos. Y bastó que Estudiantes se animara. Que triangularan entre la Bruja Verón, Salgueiro e Iberbia, que tocaran a buena velocidad y precisión y que la pusieran en el corazón del área para que entrara el más hambriento de todos. Sí, para que Mauro Boselli se lanzara hacia adelante y pusiera la puntita del botín derecho para romper la fortaleza que armó Lanús, para abrirle todas las puertas al equipo del Negro Astrada.
A partir de allí, lo justificó Estudiantes. Pero hasta entonces había sido muy parejo, muy cerrado, muy feo. Se anularon buscándose los puntos flojos. Le metieron vértigo y ritmo al medio juego y al traslado de la pelota, pero sólo llegaban hasta tres cuartos de cancha del rival, donde se morían todos los intentos. Verón no tenía espacios para circular por el centro. Ni Blanco ni Salvio pudieron prolongar una insinuación de desborde que tuvieron al principio. Esa ilusión que brindó un arranque a todo trapo que se fue apagando paulatinamente.
Otra historia. El gol de Boselli cambió el partido. Lanús, que hasta ese momento no se había animado a nada, siempre a la espera de una contra que nunca encontró, tiró toda la carne al asador y terminó jugando con tres puntas, pero con toda la sensación de que no lo hizo por convicción y sí por estricta necesidad. Así le fue. Así se volvió a su casa penando y masticando bronca.
El Pincha, en cambio, empezó a disponer del espacio que había deseado. Y aunque lo aprovechó a medias, mejoró. Ya había vuelvo a demostrar que desde que asumió Astrada, sabe defenderse con la pelota, cerrarle los caminos al rival, pero a la vez mantiene la pelota, lateraliza, la retiene hasta ver alguna luz. Y encima en ese rato final le agregó una movilidad que no había tenido hasta ese momento. No fue nada extraordinario, ni mucho menos. Pero de la mano de la seguridad en la marca y las proyecciones de Angeleri y de la conducción de Verón marcó terreno y un dominio territorial que opacó la búsqueda del Granate.
Este es otro equipo. Aunque sean los mismos jugadores, la llegada de Astrada les dio otra tónica. Y no sólo por los 20 puntos logrados sobre 24 jugados ni por seguir extendiendo la racha en el Unico a 42 partidos sin derrotas. El Pincha del Jefe creció en los últimos ocho partidos. Y más que una puntita.
De rachas se revive...
Estudiantes está de pie, señores. Sí, hace rato que se levantó, pero ayer, en el segundo tiempo se pareció muchísimo a aquel equipo sólido, seguro y contundente que peleó los últimos torneos. De no haber arrancado tan mal, hoy el campeonato tendría un seguro candidato más.
El equipo de Astrada revivió a partir de dos rachas claves: la del propio Jefe, que en su ciclo no sabe lo que es perder y acumula seis triunfos y dos empates entre Copa y torneo (no es para cualquiera). Y también de la seguidilla goleadora de Boselli. Mauro va camino a la idolatría y vaya si justificó lo que se pagó por él: diez goles en 15 partidos. Alta efectividad para el mejor refuerzo del campeonato. Y todo, claro, sin olvidar los 42 partidos invictos en el estadio Ciudad de La Plata, una fortaleza.
Para destacar: el nivel de Angeleri, quien la rompió en el día de la designación de Diego como DT de la Selección. Si Maradona ya lo quería...
Como si fueran esos clásicos cerradísimos de otras épocas. Dos equipos que venían entonados, con buen fútbol y aceptables actuaciones, con poder de fuego, con ambición. Pero que se conocen tanto que terminan por anularse... Así, el Pincha y el Grana aburrieron de lo lindo durante más de 50 minutos. Y bastó que Estudiantes se animara. Que triangularan entre la Bruja Verón, Salgueiro e Iberbia, que tocaran a buena velocidad y precisión y que la pusieran en el corazón del área para que entrara el más hambriento de todos. Sí, para que Mauro Boselli se lanzara hacia adelante y pusiera la puntita del botín derecho para romper la fortaleza que armó Lanús, para abrirle todas las puertas al equipo del Negro Astrada.
A partir de allí, lo justificó Estudiantes. Pero hasta entonces había sido muy parejo, muy cerrado, muy feo. Se anularon buscándose los puntos flojos. Le metieron vértigo y ritmo al medio juego y al traslado de la pelota, pero sólo llegaban hasta tres cuartos de cancha del rival, donde se morían todos los intentos. Verón no tenía espacios para circular por el centro. Ni Blanco ni Salvio pudieron prolongar una insinuación de desborde que tuvieron al principio. Esa ilusión que brindó un arranque a todo trapo que se fue apagando paulatinamente.
Otra historia. El gol de Boselli cambió el partido. Lanús, que hasta ese momento no se había animado a nada, siempre a la espera de una contra que nunca encontró, tiró toda la carne al asador y terminó jugando con tres puntas, pero con toda la sensación de que no lo hizo por convicción y sí por estricta necesidad. Así le fue. Así se volvió a su casa penando y masticando bronca.
El Pincha, en cambio, empezó a disponer del espacio que había deseado. Y aunque lo aprovechó a medias, mejoró. Ya había vuelvo a demostrar que desde que asumió Astrada, sabe defenderse con la pelota, cerrarle los caminos al rival, pero a la vez mantiene la pelota, lateraliza, la retiene hasta ver alguna luz. Y encima en ese rato final le agregó una movilidad que no había tenido hasta ese momento. No fue nada extraordinario, ni mucho menos. Pero de la mano de la seguridad en la marca y las proyecciones de Angeleri y de la conducción de Verón marcó terreno y un dominio territorial que opacó la búsqueda del Granate.
Este es otro equipo. Aunque sean los mismos jugadores, la llegada de Astrada les dio otra tónica. Y no sólo por los 20 puntos logrados sobre 24 jugados ni por seguir extendiendo la racha en el Unico a 42 partidos sin derrotas. El Pincha del Jefe creció en los últimos ocho partidos. Y más que una puntita.
De rachas se revive...
Estudiantes está de pie, señores. Sí, hace rato que se levantó, pero ayer, en el segundo tiempo se pareció muchísimo a aquel equipo sólido, seguro y contundente que peleó los últimos torneos. De no haber arrancado tan mal, hoy el campeonato tendría un seguro candidato más.
El equipo de Astrada revivió a partir de dos rachas claves: la del propio Jefe, que en su ciclo no sabe lo que es perder y acumula seis triunfos y dos empates entre Copa y torneo (no es para cualquiera). Y también de la seguidilla goleadora de Boselli. Mauro va camino a la idolatría y vaya si justificó lo que se pagó por él: diez goles en 15 partidos. Alta efectividad para el mejor refuerzo del campeonato. Y todo, claro, sin olvidar los 42 partidos invictos en el estadio Ciudad de La Plata, una fortaleza.
Para destacar: el nivel de Angeleri, quien la rompió en el día de la designación de Diego como DT de la Selección. Si Maradona ya lo quería...
Por SERGIO MAFFEI, Fuente OLE
EL GOL:
0 comentarios:
Publicar un comentario