lunes, 29 de septiembre de 2008

La fiesta teñida de rojo y blanco

La fiesta fue total. Dentro y fuera de la cancha, la gente albirroja demostró su pasión y amor por la camiseta pincha y copó de punta a punta todo su sector, en el Estadio Ciudad de La Plata. La lluvia no fue impedimento alguno, para que los fanas del León revienten con sus cantos los oídos de todos los presentes. El pitazo final de Bassi, desató toda la locura de la gente de Estudiantes que con un aplauso cerrado, despidió a los once gladiadores que terminaron el match, para luego trasladar por la calles de la ciudad los festejos teñidos de rojo y blanco.

Nadie se quiso perder el clásico 144 y en forma prolija, cada agrupación, pedazo de barrio y familia pincha, colgaron sus banderas que rezaban: San Roque, 3 y 69, Cuantas cábalas hicimos juntos, Irigoiti, Villa Castells, Gonnet, City Bell, Parque Saavedra, Bernal. Otras en la cabecera decían, Cantilo y 29, la banda del Pincha, entre otros.

Cuando el equipo saltó a la cancha, todo fue rojo y blanco. Lluvia de papelitos, globos, largas cintas de que caían desde lo alto del estadio y las bengalas rojas y blancas le otorgaban un clásico colorido. Como así también, una bandera gigante que descendió de la cabecera local, para cubrir a toda la hinchada pincha. El gol de Alayes le rompió la garganta a más de un plateísta. Y los tantos de Caldera y Mauro, enronquecieron por completo a los miles de simpatizantes albirrojos cuando, los delanteros liquidaron el pleito.

A la hora de las cargadas, el común denominador fue recordarle a Gimnasia el mal momento que atraviesa, con cantos que decían: "de la mano del Topo se van a la B", claro que después con el resultado consumado los pinchas coreaban: "El Topo no se va, el Topo no se va" o "te vas a la B, te vas a la B, te vas a la B, basurero, te vas a la B".

Una situación inusual se dio cuando el cuarto arbitro levantó el cartel para anunciar el tiempo extra. Maglio indicó 7 minutos. E inmediatamente todo los plateístas pinchas le recordaron con sus dedos aquel 7-0.

El aliento se trasladó hasta el propio vestuario donde los jugadores recibieron el cariño final de sus hinchas al canto de, "que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros moriraaan".


























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